Lawrence, MA: Ciudad de los Condenados


Conocido por pelearse con el alcalde, el jefe de policía de Lawrence, John Romero, ha experimentado cortes drásticos a su equipo durante los últimos dos años.

Sin embargo, no poseen los recursos suficientes para hacerlo. Las restricciones presupuestarias de Lawrence han casi destruido el orden público. En el año fiscal de 2011, Lantigua hizo importantes recortes al número de agentes en el departamento de policía, disminuyendo la fuerza policiaca de 151 a 110 agentes. (Según el jefe de policía, John Romero, posteriormente el número de agentes policiacos ha incrementado hasta posicionarse en 118, gracias a fondos privados.) Después de las reducciones, la incidencia de delitos graves—incluyendo el asesinato, la violación, el robo, el asalto a mano armada, el incendio provocado, y el robo de autos—creció un 23% desde el año pasado.

Mientras tanto, el departamento de “operaciones especiales” del departamento de policía de Lawrence se ha visto especialmente afectado por los recortes presupuestarios. La unidad antinarcóticos, que está constituida por siete agentes civiles veteranos, fue cerrada por Lantigua (quien negó comentarios al respecto) el 1 de julio de 2010, junto con cinco unidades más que se enfocaban en la prevención y atención de pandillas, robos, el robo de autos, el fraude de seguros, la violencia domestica, y la colaboración ciudadana.

Del 1 de julio al 31 de diciembre de 2009, época en la cual las unidades de operaciones especiales tenían equipos completos de 35 agentes, se registró un total de 990 delitos en Lawrence. Durante el mismo período, un año más tarde, y tras los recortes presupuestarios antes señalados, dicha cifra incrementó a 1,410 delitos de esa misma índole.

“La droga, es el principal combustible de la mayoría de los crímenes que suceden en esta ciudad”, según Romero, quien desempeñó sus labores en la Ciudad de Nueva York durante 30 años, antes de volverse jefe de policía en Lawrence en 1999. En este caso especifico, Romero señala entender los recortes conllevados por su equipo. “Lo entiendo—no hay suficientes recursos. Sin embargo, he manifestado ante el concilio [de la ciudad] que necesitan prever lo que podría suceder a futuro”.

Uno de los agentes del grupo antidrogas previamente mencionado indica que los recortes han sido devastadores. “Hemos visto 24 asesinatos en los últimos 30 meses”, dice. “Yo diría que un 80% de estos está relacionado con la droga. La disminución del personal de las unidades especiales ha hecho que la ciudad se retrase unos 15 o 20 años”.

Orlando Rosario conduce una grúa por las calles de Lawrence. Un sólido Falstaff latino con una permanente barba de un día, Rosario tiene mas de una década trabajando en Sheehan’s Towing y conoce a cada tendero, policía, y adicto al crack en toda la ciudad. Mientras maneja, señala a donde alguien llevó su elegante camioneta por el bordillo —una visión poca congruente en este vecindario lleno de carcachas y taxis.

“Mira”, dice. “Esa es una casa de drogas”.

Al pasar en frente de la casa, vemos que una rubia atractiva de unos cuarenta años camina rápido hacia la camioneta y se sube de manera violenta al asiento del conductor. Trae algo en la mano y lo mira casi con cariño. En el asiento del pasajero va un niño chiquito que se había quedado solo en el vehículo.

Rosario señala una casa de drogas tras otra. Al pasar por un restaurante de comida rápida que queda en el cruce de las calles Essex y Broadway, dice, “Aquí es donde van todos los adictos al crack y las prostitutas por las mañanas. Los veras todos los días de 7-9. Es como si fuera su oficina”.

La calle Broadway está parada debido al tráfico entre Essex y Lowell. Poco después, un tipo se nos acerca, hablándole en español a Rosario.

“Es maestro”, dice Rosario. “Y gran traficante de drogas.”